Todos tenemos un profesor que nos ha marcado. O deberíamos tenerlo.
Son esas personas que nos enseñan cuando más lo necesitamos, nos enseñan materias como historia, matemáticas, física…pero también nos enseñan respeto, cariño y vivir en comunidad.
Mi profesor se llamaba Manuel. Manuel Serrano. Era el instituto, época que se supone de rebeldía y estupidez máxima (visto en la distancia). Manolo, como se hacía llamar, era profesor de Historia del arte y para mí fue el referente que tuve para hacer luego la carrera de Historia del Arte.
Era un profesor bonachón, bastante brutote pero cariñoso. Muy afable, se preocupaba por todos nosotros, porque aprendiéramos algo más que arte, sino a cómo mirarlo, cómo valorarlo y cómo respetarlo.
Siempre recordaré sus interminables sesiones de diapositivas, soporíferas e increíblemente largas.
Lo más emocionante era verle prepararlo. Mi grupo de amigas, que eramos las típicas rebeldes simpáticas del instituto, solíamos ir a visitar a los profesores a la sala de profesores, a veces para mofarnos e incluso fumar con ellos para echarnos unas risas. Era una relación curiosa, no en vano ellos sabían que nos saltábamos sus clases cada dos por tres pero aún así había respeto, cariño y convivencia.
Manolo estaba allí preparando su sesión y hablándonos de todo un poco. Lo recuerdo con especial cariño, le hizo ilusión que hiciera luego Historia del arte.
Muy posiblemente no se acuerde de mí, éramos demasiados en el instituto, pero siempre recordaré ese profesor que, no sólo enseñaba arte, sino que te hacía soñar con él.
Y tú, ¿cuál es tu profesor?
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